El pan de Cea los despide, sabiendo que al final del día estarán en Santiago. Las ansias de llegar, el día amenazando lluvia, el frío todo apunta a que será duro. Descanso en Castro Dozón, con preocupación por el tiempo (la lluvia parece que hoy acompañará). Los bosques nos se acaban nunca, acompañan en todo momento con subidas y bajadas continuas. Esta vez, el reparador bocadillo les espera en un campo abierto menos acogedor que otras veces (Entre Silleda y Bandeira). Están ya en Pontevedra. El último tramo los lleva desde Puente Ulla, hasta el tan deseado Santiago de Compostela. El silencio es la tónica del tramo final. Puede que sea eso, que es el final. Tras un leve callejeo en la ciudad que va ganando en adoquines y perdiendo en asfalto, la vemos: La Plaza del Obradoiro. Han llegado: Santiago de Compostela.
Santiago no es el fin del viaje, es el principio. Recorren sus calles llenas de peregrinos con esa cara de satisfacción de haber logrado llegar, pero que en su interior saben que la llegada es el fin del camino.
¿Que es pues el camino? No sólo distancia, es mucho más. Experiencia única que aquellos que deciden realizar, no pueden más que pensar en repetir desde el mismo momento en que llegas.
¿Dificultades? No existen, son pruebas del apostol. ¿Mal tiempo? No hay, sólo diferente al del sur. ¿Pinchazos? No son más que formas de comprobar el objetivo común del viajero.
No lo dudéis, entre estas dos fotos hay mucho vivido:
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